¡Regreso al blooog! Por fín volví, dos años después. Deux años en los cuales pasaron muchas cosas: regreso a Francia, retomo de los estudios (último año de licencia, primer año de maestría y ahora el segundo año – ¡ya casí se ve el final!), trasteo en región parisina, todo eso. Y con ganas de escritura esos últimos tiempos. Empiezo entonces con retomar el blog, ese lugar en el cual me siento cómoda (antes de empezar otros proyectos, ¿quién sabe?).
Para los que seguían el blog para los artículos sobre Colombia, no se preocupen, volverán, ya tengo tres ideas en la mente. Pero hoy, ¡vuelvo para compartir mis fotos y mi experiencia en Martinica! Mi mamá vive allá desde hace un año y medio y las fiestas de fín de año eran para mi la oportunidad de ir a ver donde vive, pasar tiempo con ella ¡y visitar un poco obviamente!
Salida el 16 de diciembre, en pleno frío parisino, llegada 9 horas más tarde a Fort-de-France: me tomé 25 grados en la cabeza, me siento como en Cartagena, tengo calor, ¡quiténme ese buso! Mi largo abrigo de invierno: te dejo en el fondo de mi maleta para diez días. Lo siento, pero aquí no te necesitaré.
El programa de la estancia: trabajar sobre mi tesis de grado por la mañana y visitar por la tarde (o al contrario). Y ¡ese ritmo es realmente el que me gusta! Una buena y bella idea para mis futuros años de trabajadora independiente.
Empiezo mis paseos por l’Anse Esprit, en Cap Chevalier. Pequeña playa, casí desierta, más conocida por los senderistas y pescadores de erizos de mar que por los bañistas.
Durante un sólo día, tuve la oportunidad de descubrir varias partes de la isla y subir hacia la punta más al norte. Saint-Pierre y sus ruinas, el observatorio vulcanológico y sismológico de Martinica con su magnífica vista a la montaña Pelée, la cascada del Saut du gendarme, Grand’Rivière, y para terminar Sainte-Marie y el tombolo. Un día intenso en descubrimientos. Está claro que, en la isla, el uso del carro es indispensable.
Seguimos con el descubrimiento de la ciudad de Fort-de-France. Un verdadero contraste en comparación con las playas y la montaña vistas antes, la ciudad tiene una muy bonita arquitectura. Flechazo enorme por la fachada de la biblioteca Schœlcher así como su interior.
Descubrir un nuevo lugar pasa también por la comida. A pesar de mis experiencias en América del sur, hay frutas tropicales que nunca había probado, como las ciruelas del Pacífico. También me abastece de cúrcuma… ¡recolectado en el huerto!
No podía escrimir este artículo sin hablar de Sainte-Luce. Muy bonito puerto de pesca, con numerosos restaurantes los pies en la arena.
Y para concluir en grande ese viaje, tuve la oportunidad de hacer un pequeño crucero en catamarán, en la parte sur de la isla con buceo. ¡Hacia tuvimos la suerte de ver tortugas marinas!
También visité los Trois-Îlets, el pueblo de la Céramica con sus hermosas tiendas artesanales, la Pointe du Bout, l’Anse-à-l’Âne o también las Anses d’Arlet, pero para esos lugares no tengo fotos y viví los momentos con mis ojos.
Ahora ya volví en el frío parisino con su hermosa nieve y sus andenes resbalosos esperando con impaciencia el retorno del sol. Así que te digo ¡”hasta pronto” Martinica! Todavía tengo que pasear en la reserva natural de la Presqu’île de la Caravelle, en el jardín de Balata, descubrir la fabricación del ron y desgastar mis zapatos en caminatas.
Martinica, ¿conocen? ¿Les da ganas?